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El deterioro ambiental es un problema de todos

Actualmente los ecosistemas de México están fuertemente deteriorados. Lo que hace algunos años se limitaba a la mera discusión académica o a la de algunos grupos de agricultores afectados, hoy es del dominio público.

Los agudos problemas de la ciudad de México han contribuido a una toma de conciencia entre amplios sectores de la población y están obligando a la sociedad y al Estado a enfrentar un debate público importante. Sin embargo, en este proceso de análisis y discusión sobre el qué hacer con la ciudad, está quedando de lado una problemática no menos importante, la destrucción de los ecosistemas naturales y por lo tanto el deterioro de las áreas rurales.

La contaminación atmosférica, las grandes urbes, la generación de basura, la escasez de áreas verdes y de agua, está captando el interés de millones de mexicanos, pero la deforestación, la erosión, la contaminación de las suelos, ríos y lagos, la extinción de especies, la sobreexplotación de algunos recursos y el desperdicio de otros, entre decenas de problemas ambientales, no reciben la misma atención. Quizás por falta de información, quizá por ver desde lejos estos problemas.

En la ciudad de México, centralizadora de las actividades de difusión culturales, académicas, etc., no se sienten tanto los problemas del campo como los de la propia ciudad. Es necesario adelantarse y evitar que la toma de conciencia sobre el deterioro ambiental ocurra sólo cuando estos fenómenos afecten directamente a los ciudadanos, quizás manifestándose como escasez de alimento, de agua o de materias primas.

El origen de la alteración del ambiente no es de épocas recientes. Sin embargo, ha sido en las últimas décadas que las alteraciones y transformaciones ambientales se han convertido en verdaderas destrucciones, las cuales en muchos casos son irreversibles.

El desarrollo científico y técnico ha permitido un mayor control de la naturaleza y una disminución en la mortalidad de la población. El control de las enfermedades humanas y de los cultivos, los métodos modernos de extracción de recursos de manera más rápida, el incremento en la disponibilidad del agua gracias a nuevas formas de captación de la misma, la creación de centros urbanos, el desarrollo industrial, entre otros, han permitido la explosión demográfica al tiempo que han abierto nuevas formas de desarrollo.

México optó a partir de los años cuarenta, por un proceso de modernización basado en el desarrollo de la industria. El sector agropecuario quedó rezagado y se incluyó dentro de este nuevo proyecto en la medida que fue capaz de proporcionar materias primas, alimento y mano de obra baratos.

La población urbana creció en la década de los cuarenta en un 24% y en los años cincuenta en un 59%. Mientras tanto, la expansión demográfica rural registró un decremento de 15.9% y 16.1% respectivamente. Esto provocó que para fines de los cincuenta la población urbana y rural se emparejaran (17.706 y 17.217 millones de personas respectivamente) cuando en los años treinta esta proporción era de 33.5% y 66.5%.

Durante este proceso de desarrollo se ha tenido una concepción equivocada sobre los recursos naturales renovables. Se entendió la renovabilidad como sinónimo de inagotable y no se tomó en cuenta que para que ello ocurriera, las leyes de la naturaleza deben respetarse y no someterse a los ritmos depredadores de este desarrollo.

Sin embargo, la destrucción de los recursos naturales por un uso equivocado no es inherente al desarrollo, ni al control de la naturaleza por parte de las sociedades. Lo que ha ocurrido, sobre todo en países del tercer mundo que han sido los abastecedores de materias primas de los países industrializados, es que la extracción de recursos naturales se ha hecho bajo la lógica de la acumulación y reproducción de capital y no ha servido para la satisfacción de las necesidades nacionales y del bienestar nacional. Los actuales ritmos de extracción reflejan el objetivo de lograr la máxima ganancia en el menor tiempo posible y subestiman la erosión que sus tecnologías producen en la base material del propio desarrollo y en la destrucción del patrimonio natural.

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