Después de la pandemia cambiará significativamente nuestra forma de vivir y de socializar, esto sin duda también impactará en el mobiliario urbano y en los espacios públicos, por lo que los gobiernos locales de zonas urbanizadas o rurales tendrán que generar mediadas urgentes para ajustarnos a la nueva normalidad y proteger la salud pública.
Una de estas medidas tendrá que tomar en cuenta el desplazamiento en las grandes ciudades, que permita el distanciamiento social para que la ciudadanía tenga que movilizarse a pie o en bicicleta, evitando las grandes conglomeraciones en el transporte público. Asimismo, será necesario adaptar las vialidades, destinadas a vehículos automotores, y su señalética para agilizar el libre tránsito de peatones y ciclistas.
Recientemente, varias ciudades en todo el mundo han hecho modificaciones temporales promoviendo la sana distancia, para asegurar que las personas se queden en sus casas, demostrado la eficacia del teletrabajo, lo que será un factor que determinará las nuevas disposiciones, puesto que beneficiará a las zonas rurales y a las ciudades pequeñas, logrando que cada vez menos personas tengan que migrar a las grandes urbes para poder trabajar.
Esto no solo significará un cambio en las dinámicas poblacionales, también tendrá un impacto en el equipamiento de parques, plazas y lugares de esparcimiento, lo que representa un reto para todos los planificadores y urbanistas. Para lograr la resiliencia dentro del orbe, será primordial comenzar por optimizar la infraestructura vital de las ciudades, que son el abastecimiento de agua, transporte, hospitales; instalaciones educativas, sanitarias y las telecomunicaciones.
Aunado a esto, la recuperación, rehabilitación y reconstrucción de los espacios urbanos será fundamental para transformar las ciudades después de la pandemia, permitiéndonos diseñar las ciudades del futuro, que puedan servir como una herramienta para contrarrestar cualquier pandemia y no un lugar propicio para la propagación de enfermedades.
